En un juzgado de Alcobendas, localidad del norte de Madrid de más de 100.000 habitantes, una magistrada hizo las maletas hace unos meses. Dejaba atrás una espiral laboral que no auguraba nada bueno para su salud. Y lo hizo con ganas. Desde hace varios años, ella y sus ocho compañeros de los juzgados de primera instancia e instrucción de Alcobendas, han sido víctimas mudas de un fenómeno televisivo que ha hecho saltar las costuras de sus pequeños órganos judiciales ya de por sí colapsados.
Se trata de la «judicialización de la telebasura». Esto es, utilizar y poner en marcha todo el engranaje judicial para la obtención de unos beneficios propios y ajenos que se apartan del derecho constitucional a la tutela judicial efectiva. Dicho en llano, se trata de usar los tribunales con fines espurios. Unas veces por exigencias del guión y otras para seguir acudiendo a los platós y que hablen de uno.