Las torpezas políticas cometidas por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, a lo largo de la presente legislatura, han llegado al límite y colmado la paciencia de los altos mandos de Moncloa.
El último episodio de la trasmutación del ministro Gallardón en un cadáver político andante ha sido la recuperación vía hemeroteca de unas declaraciones suyas del año 1988 en las que pedía la supresión del Ministerio de Justicia. Gallardón consideraba entonces que "después de 10 años de Constitución, se ha demostrado que la convivencia entre el CGPJ y el Ministerio de Justicia se traduce en una merma de la independencia y posibilidades de actuación del Consejo".
Esta recuperación informativa consuma el desprestigio total de Gallardón, que ahora pretende exactamente todo lo contrario a "completar" la independencia del Consejo General del Poder Judicial que entonces reclamaba con tanto entusiasmo político.
En el CGPJ y en el Tribunal Supremo se advierte el agotamiento total del "estilo Gallardón" y se hace incomprensible que, tras haber generado el cúmulo de problemas sin precedente en el mundo de la Justicia que ha generado, Gallardón todavía no haya sido cesado.