domingo, 8 de septiembre de 2013

Las cosas por su nombre, un artículo de José Muelas Cerezuela

...Cuando llegó la peste negra a Europa, en el siglo XIV, mataron a los gatos. Simplemente porque allí donde había peste, había gatos. Pero fue un error fatal. El clásico error post hoc ergo propter hoc. En realidad, el vehículo de la peste eran las ratas. Y, lógicamente, allí donde había ratas, también había gatos. Pero matar a los gatos solo hizo que el problema se hiciese mucho mayor.

Nuestro ministro, como los viejos hombres de la Edad Media y apoyándose en las más que discutibles cifras del Consejo General del Poder Judicial, afirmó que la alta litigiosidad que supuestamente se daba en España obedecía no a la existencia de un importante número de injusticias sino a una malsana inclinación de los españoles a litigar, inclinación que según él era alimentada por el alto número de abogados que ejercen en nuestro país.

Todo el razonamiento ministerial es una mezcla perfecta y altamente explosiva de sofismas y falacias. Sobre unos datos interesadamente interpretados el ministro construyó el sofisma de la "inclinación a la litigiosidad de los españoles" que aderezó después con la vieja falacia post hoc ergo propter hoc de que los abogados "estimulan" dicha inclinación. Menos mal que nuestro ministro lo era de justicia y no de sanidad pues, con idénticos razonamientos, habría podido afirmar que los españoles son hipocondríacos por naturaleza y que es la existencia de médicos la causa del aumento de sus padecimientos.

Con todo este andamiaje de sofismas y falacias el ministro decidió reducir la litigiosidad imponiendo unas tasas judiciales que hiciesen imposible en muchos casos a los ciudadanos pedir justicia y así confundió la consecuencia con la causa, atacó al síntoma pero no la enfermedad, y con su ley de tasas judiciales redujo el número de tratamientos (litigios) a costa de hacer aumentar las enfermedades (injusticias) de forma que hoy, España, gracias a esa ley, es un país sensiblemente más injusto del que el ministro recibió.

Finalmente, el ministro, aquejado de un brote agudo de provinciofrenia, olvidó que la justicia es para las personas, llamó futuro al pasado y propuso una ley de planta que puede devolver a España al siglo XIX si alguien no lo remedia. Y este es el estado de cosas a día de hoy.