Que las togas de los jueces sean de color negro no es algo casual. Al contrario, el sentido de esta particularidad tan reconocible se remonta cientos de años atrás.
Tras la muerte de la Reina María II de Inglaterra en 1694, todos los magistrados del país acudieron a su funeral ataviados de negro como muestra de duelo. El período de luto duró varios años, y para entonces ya se había extendido el uso del manto negro, pues se consideraba que, indirectamente, infundía un mayor respeto y superioridad.
Desde entonces esta sobria costumbre se expandió por los juzgados de todo el mundo, aunque a lo largo de la historia ha experimentado sutiles variaciones. Puede resultar paradójico que sea Reino Unido el país de donde proceden las togas más coloristas. Dependiendo de la jurisdicción, las togas podían ser rojas, azules, verdes, púrpuras, e incluso rosas. En España, Felipe II impuso el color negro para los trajes ceremoniales, una costumbre que todavía se mantiene.