Los últimos años han sido los peores que se recuerdan en la historia de la función pública para los derechos de los funcionarios. Los injustos recortes aplicados en nombre de la crisis y las campañas de desprestigio a que nos han sometido nuestros gobernantes nos han colocado a todos los funcionarios en una situación muy difícil.
Los gobiernos se han encargado también de desprestigiar la labor de las organizaciones sindicales. Lamentablemente, algunos sindicatos con sus acciones justifican ese desprestigio: los millones de euros que reciben en subvenciones y el mal uso que hacen de ese dinero público, los fraudes en los cursos de formación, las tarjetas black, los EREs, etc... no han hecho sino contribuir a esa mala imagen que esos sindicatos y sindicalistas se han ganado a pulso.
STAJ no es como los demás. STAJ lleva años luchando por hacer un sindicalismo diferente, de base, renunciando a la percepción de dinero público mediante subvenciones, valiéndose exclusivamente de los escasos medios (locales, liberados) que la Administración, por ley, está obligada a proporcionarnos. Con eso y la cuota de los miles de afiliados a STAJ, es suficiente para hacer sindicalismo de calidad, luchando por los trabajadores, asesorándoles y defendiéndoles en todo momento. Claro que para lograrlo STAJ ni tiene grandes edificios, ni estupendos centros de formación, ni flotas de coches, ni empleados a sueldo...