El teléfono de Alberto Ruiz Gallardón permaneció ayer extrañamente apagado durante buena parte del día. No quería sucumbir a la tentación de cogerlo para tener que mentir. La única llamada que esperaba ya estaba hecha: Rajoy había decidido encomendarle el reto de lavar la imagen de la Justicia, un trabajo político de mucho más peso y lucimiento, o no, que diría el gallego, que el de Defensa. La renovación del TC, la imagen del CGPJ, la reforma de la administración de Justicia… son algunos de los retos en los que Gallardón deberá lucirse o en cuyas llamas se abrasará. Una ingente tarea que debe afrontar, además, en tiempo de crisis y sin dinero.