Los clásicos ya insistían en que sin Justicia independiente, no existe Estado de Derecho. Ya Aristóteles, en la antigua Grecia, estableció la necesidad de organizar el poder sobre la base de la diferenciación entre la actividad deliberativa de las Asambleas, la acción concreta del Gobierno –poder activo– y la resolución de conflictos a través de la Justicia. Para Aristóteles, la organización política es por su naturaleza humana, orgánica y, por lo tanto, imperfecta. Por ello debe entrar en juego la virtud política por excelencia: la Justicia. El ejercicio de la justicia, la encarnación del ‘iustum animatum’ en palabras de Aristóteles debe estar en mano de los jueces. Es misión exclusiva del juez –Aristóteles, “Ética a Nicomeo”–.