El nuevo ministro de Justicia, Rafael Catalá, se afana estos días por encontrarle a Torres-Dulce, fiscal general del Estado, una salida digna y honorable. Se trata de hacer las cosas sin mucho ruido y, desde luego, no se pretende hacer ningún tipo de escarmiento. Simplemente, un cambio de fichas, algo natural tras una remodelación de equipos en el ministerio.
Quiere Catalá, según se comenta en círculos judiciales, un hombre próximo, de su confianza, que goce de anuencia y respeto en la profesión, que aparezca ajeno a los debates y encontronazos que se han vivido en los últimos tiempos. El ministro cuenta en este asunto con el decidido respaldo del presidente y pretende zanjar la cuestión cuanto antes. Por supuesto, la idea es dejarlo resuelto antes de que finalice el año y nos adentremos en el largo sprint electoral de 2015.